Con emoción y gratitud, feligreses de todo el país rememoran
la histórica visita del Papa Francisco a la Parroquia San Luis Beltrán de
Pudahuel, realizada en enero de 2018. En aquella ocasión, el Sumo Pontífice
descendió de su vehículo para orar en silencio ante la tumba del cauquenino
monseñor Enrique Alvear Urrutia, dejando una huella imborrable de fe, humildad
y cercanía con el pueblo.
Enrique Alvear nació en Cauquenes el 29 de enero de 1916,
ciudad que lo vio dar sus primeros pasos en la fe antes de iniciar una vida
consagrada al servicio de los más necesitados. Ordenado sacerdote en 1941, se
convirtió con los años en una figura clave en la renovación pastoral de la
Iglesia chilena, profundamente influenciado por el Concilio Vaticano II.
El recuerdo de su vida y obra sigue vivo en todos quienes le
conocieron, donde su legado espiritual es motivo de orgullo para la comunidad.
Conocido como “el Obispo de los Pobres”, Alvear dedicó su vida a acompañar a
obreros, campesinos, pobladores, cesantes y víctimas de violaciones a los
derechos humanos, siempre desde una mirada de amor evangélico y compromiso con
la justicia social.
Durante su trayectoria, ejerció como Obispo Auxiliar de
Talca, titular de San Felipe y luego Auxiliar de Santiago, donde culminó su
ministerio como Vicario Episcopal de la Zona Oeste. Falleció el 29 de abril de
1982, dejando un testimonio de vida coherente con el lema episcopal que
escogió: “El Señor me envió a evangelizar a los pobres”.
Hoy, cuando muchos recuerdan la visita de Francisco y a siete
años desde la oración del Papa ante su tumba, la figura de Don Enrique continúa
inspirando a creyentes y comunidades.
El proceso de canonización de Enrique Alvear se encuentra
actualmente en curso en el Vaticano, un camino que podría convertir al humilde
pastor nacido en Cauquenes en el primer santo de esta tierra maulina.
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