Dr. Héctor Montory Córdova,
médico miembro de la Sociedad Chilena de Medicina del Trabajo (SOCHMET).
El daño del calor es progresivo. Primero aparece el “disconfort”
térmico, con una activación intensa de los mecanismos de termorregulación,
especialmente la sudoración. Si la exposición continúa y se supera un umbral
individual, se instala el estrés térmico, etapa en la que la sobrecarga
fisiológica comienza a afectar el rendimiento físico y cognitivo. El escenario
más grave ocurre cuando estos mecanismos fallan: la temperatura corporal puede
superar los 40 °C, generando compromiso de conciencia y configurando un golpe
de calor, una emergencia vital.
El estrés térmico se manifiesta con fatiga, sed, mareos, náuseas y
taquicardia; el golpe de calor con confusión, habla pastosa, convulsiones y
compromiso de conciencia. Ante este último, no se debe administrar agua helada:
la persona debe ser llevada a un lugar fresco y ventilado, e hidratada por boca
- solo si está consciente- con agua templada, puesto que el agua fría envía
señales confusas al cuerpo que podrían empeorar el cuadro.
El golpe de calor puede provocar consecuencias graves, incluso la
muerte, y entre un 60 % y 70 % de los casos ocurren durante los primeros días
de exposición. Existen grupos de mayor riesgo, como personas con sobrepeso,
mala condición física o enfermedades cardiovasculares. El consumo de alcohol,
drogas y algunos fármacos también incrementa la carga cardiovascular y el
peligro. Es fundamental que conozcamos estos factores para poder abordarlos y
prevenirlos correctamente.
El trabajo físico exigente aumenta aún más el riesgo, ya que la
actividad muscular produce calor adicional que el organismo debe disipar. Esta
capacidad está limitada por factores como la temperatura y humedad ambiental,
la ventilación, la composición corporal y, especialmente, el nivel de
aclimatación al calor.
La aclimatación suele ser subestimada. Los trabajadores no habituados a
ambientes calurosos son más susceptibles a sufrir complicaciones agudas. Para
poder mitigar los riesgos, en todo momento pero en particular durante este
proceso, existen medidas específicas que se pueden tomar: ventilación adecuada
en espacios cerrados, acceso a sombra en ambientes abiertos e hidratación
permanente. Además es clave permitir pausas, fraccionar tareas y turnos, y
programar las labores más pesadas en horarios de menor temperatura.
La edad es otro factor relevante: con los años disminuye el agua
corporal, la sensación de sed y la capacidad de la piel para regular la
temperatura y retener líquido. Asimismo, quienes provienen de zonas más
calurosas suelen tolerar mejor estas condiciones, aunque la alta humedad
dificulta la disipación del calor incluso en personas aclimatadas.
Rubros como la minería, la agricultura y la construcción concentran
mayor incidencia, pero también existen riesgos en trabajos bajo techo, como
panaderías o labores cercanas a fuentes de calor, donde la ventilación es
determinante.
En Chile, el DS N.º 594 de la Dirección del Trabajo establece medidas
preventivas basadas en el índice TGBH, definiendo acciones como ventilación,
apantallamiento, pausas, rotación de tareas y acceso garantizado a agua
potable.
El calor no es solo una molestia: es un riesgo laboral real que exige
prevención, información y responsabilidad compartida.

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