El
legado del pontífice argentino, a un mes de su partida, sigue iluminando el
compromiso ético, el pensamiento crítico y la espiritualidad de una Iglesia en salida.
En esta entrevista, el Pbro. Dr. José Ignacio Fernández, académico del
Departamento de Teología y asesor de la Pastoral de la Universidad Católica del
Maule, reflexiona sobre la herencia eclesial, pastoral e intelectual de
Francisco.
–
¿Cómo cree que el legado del Papa Francisco interpela hoy a los jóvenes
universitarios y futuros profesionales?
El
Papa Francisco nos ha permitido redescubrir que el Evangelio de Jesucristo es
capaz de interpelar la vida concreta de cada día. En este sentido, son
elocuentes sus encíclicas. Primero, en Evangelii gaudium nos hizo mirar
la acción de Dios en la historia como causa de una alegría creciente para la
humanidad, fundada en la esperanza que trae la revelación de un Dios
misericordioso y fiel. Es la alegría del Evangelio que la Iglesia está llamada
a llevar a todos los rincones de la existencia, especialmente a aquellos que
permanecen en las periferias del mundo.
Luego,
con Laudato Si’, nos condujo a contemplar la belleza de la creación de
Dios y a tomar conciencia de la profunda responsabilidad de la humanidad en el
cuidado de nuestra casa común. En su enseñanza emerge la necesidad de reconocer
que todo está conectado, de modo que cada una de nuestras acciones tiene una
repercusión, y que somos solidarios tanto en el bien como en el mal con que nos
hagamos cargo de la creación.
En
tercer lugar, cabe recordar Fratelli tutti, donde apelaba a atender las
estructuras que dañan la fraternidad humana y a la necesidad de buscar caminos
comunes para que las formas sociales —tanto a nivel local como mundial—
manifiesten auténticamente esta fraternidad.
Todo
esto no es poco, y el Papa Francisco utilizaba una expresión muy propia para
llamar, especialmente a los jóvenes, a no “balconear” el mundo —como quien lo
mira desde un balcón—, sino a introducirnos en él con la alegría vitalizante
del Evangelio, para llevar esperanza con gestos concretos a todos los ámbitos
de la vida humana.
–
¿Qué enseñanzas de su pontificado considera más relevantes para la formación en
ética, ciudadanía y compromiso social?
Tres
aspectos de la enseñanza y de los gestos de Francisco se entrelazan en este
sentido: la dignidad de la vida humana, desde la concepción hasta la muerte
natural; la conciencia de que todo está conectado, de modo que en todo somos
solidarios; y la necesidad urgente de buscar estructuras sociales más justas
que las actuales para salir del paradigma tecnocrático. Estos tres aspectos
están atravesados por la capacidad de Francisco de mirar desde la periferia y
no desde el centro, probablemente influido por ser un Papa que vino desde el
sur del mundo.
–
Francisco hablaba de una “Iglesia en salida”. ¿Cómo podemos vivir eso desde una
facultad de teología y filosofía?
El
Papa Francisco ha atendido profundamente a la renovación misionera de la
Iglesia impulsada por el Concilio Vaticano II. Así, ha ofrecido una comprensión
de la Iglesia en permanente movimiento hacia la misión, como una fuerza
centrífuga que la impulsa a salir y a dialogar con el mundo. Nuestra Facultad
puede ayudar a la Iglesia a ir con el Evangelio a la frontera del pensamiento y
el conocimiento, permitiendo reflexionar y comprender mejor nuestro tiempo
desde esta referencia: la Buena Noticia de Jesucristo.
De
modo particular, nuestra situación regional nos permite acercarnos mejor a
periferias que desde el centro son más difíciles de percibir. Esto, a su vez,
se vuelve una oportunidad para ofrecer opciones de sentido adecuadas a nuestro
entorno. En este ámbito, también se nos presenta la posibilidad de brindar
humildemente al Pueblo de Dios una formación que lo capacite mejor para ser
Iglesia en salida, no sólo a través de la formación de pre y postgrado, sino
también mediante diplomados y cursos orientados a quienes ejercen ministerios
en la Iglesia y a todos los bautizados que buscan servir a la misión recibida.
–
¿Qué valores del Papa Francisco deberían inspirar el trabajo académico y
pastoral en nuestra universidad?
Pienso
en tres máximas que el Papa Francisco señala en sus encíclicas y que son
capaces de iluminar el trabajo académico y pastoral de nuestra universidad: que
el todo es más que la suma de las partes, que el tiempo es superior
al espacio y que es mejor iniciar procesos que ocupar espacios.
La
primera nos ayuda a situarnos en una red de relaciones que constituyen nuestro
mundo, para salir del aislamiento individualista y competitivo. Situarnos desde
esta red de relaciones nos vuelve solidarios en un camino común y nos impulsa a
pensar nuestra respuesta teniendo en cuenta el conjunto como un todo, sin dejar
que los árboles nos oculten el bosque.
En
cuanto a que el tiempo es superior al espacio, nos conecta con la historia
humana en la cual estamos inmersos, que nos precede y nos seguirá. De ahí que
nuestra responsabilidad ética atienda no sólo a la cristalización concreta de
una decisión u opción en un espacio determinado, sino también, y aún más, a la
esperanza con la cual enfrentamos nuestro presente y futuro.
La
tercera máxima, consecuencia de la anterior, ilumina nuestras opciones
estratégicas y nos libera de la inmediatez, ya que nos lleva a valorar más
nuestras posibilidades de impacto en la red de relaciones de la que somos
parte, cuando desencadenamos un proceso que trae esperanza, en vez de la
esterilidad en que caen muchos esfuerzos por lograr poder, aparentar una imagen
o alcanzar un control efímero.
–
¿Qué huellas deja el papado de Francisco en la vida pastoral de la Iglesia en
Chile?
Una
de las principales huellas que el Papa Francisco deja en la Iglesia chilena es
la ayuda que prestó para avanzar en la lucha contra los abusos sexuales y de
conciencia al interior de nuestra misma institución. Sus palabras y gestos nos
permitieron relevar la atención a las víctimas por sobre la protección institucional
y revalorar la dignidad de todos los bautizados en el Pueblo de Dios. En
efecto, a partir de la crisis que vivimos en Chile en este ámbito, el Papa
movilizó a la Iglesia a aprender a escuchar a las víctimas de abuso y generó
una renovación tanto de los procesos de atención a ellas como de las relaciones
al interior de la comunidad eclesial, para dejar atrás el clericalismo.
–
¿Cómo podemos seguir cultivando su espíritu profético, su pasión por la
fraternidad y su impulso sinodal?
Creo
que, en primer lugar, debemos volver una y otra vez a la fuente que movía a
Francisco: la Buena Noticia de Jesús y su Reino. En otras palabras, dejarnos
conquistar por el Evangelio y sus criterios, que nos hacen reconocer la imagen
de Dios impresa en cada ser humano, partiendo por nuestra atención a quienes se
encuentran en las periferias existenciales, como los migrantes y todos aquellos
que van quedando excluidos y descartados como efecto de nuestro sistema social
y económico. La restitución de nuestros lazos de fraternidad humana y con toda
la creación se enmarca en estos desafíos.
A
su vez, hemos ido aprendiendo de Francisco su visión que vuelve operativa la
certeza de que todo el Pueblo santo y fiel de Dios se encuentra ungido por el
Espíritu Santo, de modo que busquemos que las estructuras de la Iglesia
—especialmente aquellas que llamamos consejos (pastorales, económicos, etc.)—
sean espacios de auténtica escucha y discernimiento comunitario al servicio de
la misión común que hemos recibido.
Comentarios
Publicar un comentario