Después de un cáncer, las sobrevivientes no son las mismas personas que antes de la enfermedad. Surge una nueva etapa llena de necesidades laborales y personales que requieren atención y apoyo. La Presidenta de la Fundación Mujeres por un Lazo, María Elisabeth Guesalaga, destaca la importancia de visibilizar los desafíos que enfrentan las pacientes tras finalizar su tratamiento, abogando por un cambio en la percepción social y laboral hacia estas mujeres.
La Fundación busca abordar temas cruciales como el
seguimiento médico, la reinserción laboral, el bienestar emocional y el acceso
a apoyo comunitario, promoviendo un diálogo abierto sobre las experiencias
vividas. “Es fundamental que la sociedad entienda que no sólo necesitan
atención médica, sino también un entorno de apoyo que les permita reintegrarse
plenamente en sus vidas”, comenta Guesalaga. “Muchos enfrentan barreras
significativas que impactan no sólo su calidad de vida, sino también su
autoconfianza y bienestar emocional”.
Lorena, 50 años, sobreviviente de cáncer de mama, comparte
su experiencia, “reinsertarme ha sido difícil. Una vez terminado el
tratamiento, es duro volver a encajar. Yo quedé sin trabajo antes de que
terminara mi licencia. Uno se siente desprotegida y pierde la confianza, además
de lidiar con la depresión post-tratamiento. Es un proceso complicado, porque
te sientes más vulnerable… falla la memoria, tu boca quiere decir una palabra y
tu cerebro otra. Creo que es difícil para todas las mujeres el post tratamiento,
más que el tratamiento en sí, porque primero estás en modo supervivencia,
enfocada en sanarte en que todo salga bien, pero cuando termina todo esto y
todos sienten que estas sana, vuelve todo a la normalidad, ya nadie está
pendiente de ti, esperan que funciones igual que antes. Se suman tantas cosas;
además, yo me atiendo en el sistema público y aún espero una reconstrucción
mamaria y siento que no tengo derecho a quejarme, ni por esto, ni por efectos
como el dolor de mis manos en las mañanas, uno no le cuenta a nadie, busca
espacios como las fundaciones donde se encuentra una nueva familia”.
Los desafíos en el seguimiento médico son palpables; muchas
pacientes sienten la presión de acudir a chequeos sin el respaldo adecuado. La
incertidumbre sobre su futuro laboral se convierte en un peso emocional. La
reinserción en el trabajo implica no sólo abrirse a nuevas oportunidades, sino
también enfrentar el estigma y la falta de comprensión de los empleadores sobre
las secuelas del cáncer.
Francisca, 45 años, también comparte su perspectiva sobre la
reinserción laboral tras el cáncer, “cuando volví a trabajar, tuve
inconvenientes para asistir a mis controles. Aunque algunos me apoyaron, otros
no. Me despidieron un año después, pero lo veo como algo positivo, ya que el
ambiente laboral era hostil. Mis prioridades han cambiado y no estoy dispuesta
a estresarme por mi salud”. Francisca destaca que, pese a las dificultades, ha
aprendido a poner su bienestar en primer lugar y ha encontrado en su familia un
sólido apoyo durante este proceso.
Desde la Fundación Mujeres por un Lazo, se hace un llamado a
la sociedad para que se informe sobre la realidad de las sobrevivientes y cree
espacios inclusivos que promuevan su bienestar integral. “Invitamos a todas las
pacientes a que busquen apoyo y acompañamiento en nuestra Fundación”, afirma
Guesalaga.
La Fundación enfatiza la importancia de la salud mental en
la vida de las sobrevivientes. "Cada historia es única, y cada una de
ellas merece ser escuchada y apoyada. La empatía y el acompañamiento son
esenciales en este camino hacia la recuperación", concluye Guesalaga.
Para obtener más información sobre los recursos disponibles,
pueden visitar las RRSS de la Fundación:
www.mujeresporunlazo.org,
@mujeresporunlazo
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